Entre los valles altos y neblinosos de Ahuacatlán, Puebla, este café crece a 1,250 metros sobre el nivel del mar, rodeado de huertos, niebla tempranera y manos que entienden el valor del detalle. Las variedades Arábica tradicional y Marsellesa se procesan por vía lavada, secadas lentamente en camas africanas, lo que permite una fermentación controlada y una expresión más limpia y luminosa en taza.
El resultado: un perfil equilibrado y jugoso, con notas de nuez tostada, chocolate suave, un matiz cítrico brillante, y una base de fruta madura que envuelve todo con dulzura y carácter.
Es un café que encuentra belleza en el equilibrio — con cuerpo medio, acidez amable y un final redondo. Ideal para quienes buscan una taza clara, sincera, y con alma de origen.